Sunday, March 7, 2021



El Cuervo (The Raven)

de Edgar Allan Poe


Una triste medianoche, mientras cansado leía

cierto extraño y viejo libro de saberes olvidados,

dormitando casi estaba cuando se oyó un golpeteo,

Como de alguien tocando quedo, tocando en mi portal.

“Tal vez una visita”, dije, “llamando a mi portal—

Sólo eso, y nada más.”


Ah, recuerdo claramente aquel inhóspito diciembre;

Y las brasas moribundas en el suelo cual espectros.

Yo el llegar del alba ansiaba, pues en vano suplicaba 

a mis libros que curaran mi pena por Leonor—

Por la radiante dama que así los ángeles llamaban—

Ya sin nombre, nunca más.


Y como el triste crujir de las purpúreas cortinas

de terrores me llenara, como nunca antes viviera,

acallar mi palpitar con estas palabras buscaba:

“Alguna visita ha de ser, que a mi alcoba quiere entrar—

Una tardía visita, que a mi alcoba quiere entrar;—

Eso es todo, nada más”.


Luego, con más firmeza, y sin mostrar ya más flaqueza:

“Señor” —dije— “o señora, mil disculpas os imploro,

el caso es que dormitaba, y tan leve habéis llamado,

y tan ligero habéis tocado al llamar a mi portal,

que de oírlo he dudado”. Así que abrí de par en par.

Sombras sólo y nada más.


Las tinieblas escrutando, muy largo estuve dudando,

temeroso soñando lo que ningún mortal soñaba.

Mas el silencio callaba, y la quietud no me hablaba.

Y la única palabra, por mi allí entonces susurrada,

Y que el eco murmurara: la palabra Leonor.

Esto apenas, nada más.


En mi alcoba ya de vuelta, con el alma toda en brasas,

nuevamente un golpeteo se escuchó ya con más fuerza.

“Seguramente”, me dije, “algo habrá tras la ventana.

Veamos de qué se trata, y el misterio descubramos.

Calma un poco, corazón, y ya el misterio descubramos.

Será el viento y nada más.”


Y así abriendo la persiana, con un suave batir de alas,

un majestuoso cuervo, de aquellos días ya pasados,

sin la menor reverencia, ni por un instante quedo,

con aires de señorío, voló a posarse en mi puerta.

Sobre un busto que, de Palas, encima está de la puerta.

Fue, posóse y nada más.


Este pájaro de ébano mi temor trocó en sonrisa,

por lo grave del decoro que su aspecto revestía.

“Aun con la cresta afeitada, no se te ve acobardado,

Siniestro cuervo ancestral de viejas riveras sombrías—

¡Dime a qué nombre respondes en el reino de la Noche!”

Dijo el cuervo: “Nunca más”.


Asombróme el pajarraco con aquel su don de hablar,

si bien aquella respuesta fuera tan poco cabal.

Pues no puede refutarse que nunca jamás hubo alguien

bendecido con la suerte de en su portal contemplar

ave o bestia descansando, sobre el busto escultural,

con tal nombre “Nunca más”.


Mas el cuervo solitario, en el busto allí sentado

solo aquella frase dijo, como volcando allí su alma.

Nada más entonces dijo, ni una pluma mover quiso

Y yo apenas murmuré: “Ya otros amigos se han ido.

Y él también me dejará, como antes mis sueños se han ido”.

Dijo el ave “Nunca más”.


Asombrado por su verbo, que bien rompía el silencio,

“Sin duda”, pensé, “estas palabras son su único legado,

tomadas de algún maestro al que desgraciada fortuna

acosó sin paz ni tregua, y llevo a esta cantinela,

que moribunda esperanza dejó como única carga:

La de 'nunca, nunca más'.”


A mis fantasías el cuervo arrancó aun una sonrisa; 

Acerqué pues mullido asiento a pájaro, busto y puerta;

Y ya sobre el terciopelo comencé a enlazar ideas:

“Qué podía desear este ominoso antiguo pájaro,

esta torva, hórrida y flaca, esta ominosa criatura

graznando así 'Nunca más'.”


Así sentado pensaba sin decir una palabra,

frente al ave cuyos ojos ahora el pecho quemaba.

Esto y más reflexionaba, con mi cabeza inclinada

en el suave terciopelo que la luz acariciaba,

el terciopelo violeta que la luz acariciaba,

y ella no verá ya más.


Luego el aire se hizo denso, perfumado como a incienso

por alados serafines que apenas rozan el suelo.

“¡Infeliz!, Dios te manda — con estos ángeles que bajan —

respiro, tregua y olvido de los sueños de Leonor;

Apura, oh, apura el nepente y a Leonor olvidarás.”

Dijo el cuervo “Nunca más”.


“¡Profeta!” —exclame—, “¡ser diabólico, ave o demonio!—

ya te envíe el Tentador, o por la tormenta arrojado

a este desolado refugio, a este erial encantado,

a este hogar por el miedo hechizado, te lo imploro, dímelo,

¿hay un bálsamo en Galaad? Dime, dime, por favor.”

Dijo el cuervo “Nunca más”.


“¡Profeta!” —exclame—, “¡ser diabólico, ave o demonio!—

Por el cielo que nos cobija, por el Dios que adoramos,

dile a mi atormentada alma si en aquel Edén lejano,

abrazar podrá a Leonor, por los ángeles nombrada,

a la radiante dama que así los ángeles llamaban.”

Dijo el cuervo “Nunca más”.


“Sea ese nuestro adiós, ave o demonio, dije gritando—

¡Vuélvete a la tempestad, a las riveras de Plutón!

¡Ni una negra pluma dejes que tu farsa me recuerde!

¡Mi soledad deja intacta! ¡Sal del busto de la entrada!

¡Aparta el pico de mi pecho, y tu sombra de la entrada!”

Dijo el cuervo “Nunca más”.


Mas el cuervo no alzó el vuelo, allí sigue, allí aún sigue

sobre el busto que, de Palas, está encima del portal.

Y parece que sus ojos son de un demonio que sueña;

Y la lámpara sobre él su sombra en el suelo derrama;

Y mi alma, de esa sombra, que allí sobre el suelo descansa,

elevarse ... ¡nunca más!


Notas a la traducción:


He traducido el poema de Poe intentado respetar en lo posible su métrica y estructura. Para ello he convertido los ocho troqueos ingleses de cada verso de Poe en hexámetros castellanos no trocaicos, salvo en el estribillo del sexto verso en que uso un octosílabo.

Al igual que Poe, he procurado hacer uso de la rima interna para mantener el ritmo y conservar las repeticiones de frases. He procurado también conservar los signos de puntuación del original, siempre que las reglas del castellano lo permitiesen.


Traducción de Carlos Olivo Valverde
Donostia, 7 de marzo de 2021
Revisada el 20 de agosto de 2023
@Copyright 2021
Todos los derechos reservados para todos los países, de esta traducción, que es propiedad de Carlos Olivo Valverde.