Monday, January 16, 2017

De profesión equitación

En el libro de nacimientos de la ciudad de Córdoba del año 1843, me encontré hace algunos años un registro de una niña a la que se puso por nombre María Emilia Araceli Magdalena de la Santísima Trinidad Hidalgo y Antrás. En él se dice de su padre, José María, que era “de profesión equitación”. A la vista de esa críptica anotación, me pregunté qué demonios podía significar. Quizás el padre de una niña con un nombre tan aristocrático era un señorito andaluz entre cuyas ociosas actividades lo más próximo a una profesión era montar a caballo. Estaba lejos de la verdad.

Según la revista Memorial de Caballería, de la Academia de Caballería (número 69, página 99, junio 2010), José Hidalgo y Terrón (1823-1898), junto con Francisco de Laiglesia y Darrac (1771-1852), fueron las dos figuras dominantes del panorama ecuestre español durante el siglo XIX. Ambos tenían en común el ser naturales de Andalucía, el haber sido oficiales del Arma de Caballería y el ser autores de importantes tratados sobre el arte ecuestre: Laiglesia y Darrac del libro titulado Elementos de equitación militar para el uso de la caballería española, publicado en 1819, e Hidalgo y Terrón de una obra posterior y también más moderna y ambiciosa. Publicada inicialmente en 1858 como Tratado de equitación y nociones de veterinaria, y retitulada en sus dos últimas ediciones ampliadas como Obra completa de equitación, la obra de Hidalgo y Terrón fue creciendo y madurando junto con su autor a lo largo de tres décadas.

Un andaluz emprendedor

Hidalgo y Terrón nació el 27 de febrero de 1823 en Granada y fue bautizado el 1 de marzo en la Real Colegiata de esa ciudad con los nombres de Josef María de la Santísima Trinidad Juan Leandro Mauricio.

Colegiata de los Santos Justo y Pastor, Granada
Fue un joven precoz en muchos aspectos. En 1841, con 17 años, contrajo matrimonio en Lucena con una joven tres años mayor, Dolores Antrás, descendiente de franceses. Unos años antes, con tan solo trece de edad, se había iniciado en la práctica y la enseñanza de la equitación "en todos los ramos que abraza" (según declararía más tarde) y continúo haciéndolo tras casarse, lo cual supuso cambios frecuentes de ciudad. En julio de 1843 nació su hija mayor, Mª Emilia, en Córdoba, y al año siguiente, en octubre de 1844, su primogénito, José, en Osuna, Sevilla. En 1847, con veinticuatro años, lo encontramos como profesor de equitación y director de la entonces recientemente constituida Sociedad de Equitación de Málaga. Pero quizás no debió permanecer mucho tiempo en el puesto, pues dos años después, en julio de 1849 nació su hijo Enrique, futuro militar, en Écija, Sevilla. A partir de 1854 recuperamos su rastro en Granada, donde el Ayuntamiento Constitucional le expide el título de picador del Escuadrón de Caballería de Milicia Nacional. Un año después, en junio de 1855, nació su hija Encarnación en esa ciudad.

En octubre de 1855, cuando ya contaba con 32 años, José Hidalgo y Terrón dirige desde Granada una solicitud al Director General del arma de Caballería en la que pide ser nombrado para la vacante de picador del regimiento de Villaviciosa, estacionado en Granada. El Coronel del regimiento emitió informe favorable expresando que "a pesar de que José Hidalgo carece del título de su profesión, resulta ser un brillante picador de muy buena conducta y con las circunstancias de ser un joven robusto y reunir una agilidad excelente". Su condición de paisano y la falta de una acreditación oficial como profesor de equitación demostró, no obstante, ser un obstáculo para obtener la plaza. Esta circunstancia se subsanaría, sin embargo, dos años después, cuando en enero de 1857 se sometió a examen ante una junta compuesta por jefes y profesores de equitación de la Escuela General de Caballería situada en Alcalá de Henares. El dictamen de la junta fue muy positivo:
“Puesto que el Paisano D José Hidalgo Terrón aspira a obtener el Título de Profesor de Equitación; puesto que VE se dignó acceder a la petición del mismo, en solicitud de ser examinado; y puesto que del que ha sufrido resulta con aptitud en términos de haber merecido la censura de Sobresaliente; procede, Excmo. Sr, prevenir al Brigadier subdirector de la Escuela General de Caballería, extienda y dirija el correspondiente Título de Profesor de Equitación en favor del interesado, y si éste solicitase después su ingreso en el arma en clase de Picador, VE resolverá lo más conveniente, vistos los antecedentes de los aspirantes que tienen solicitadas estas plazas. Madrid 16 de enero de 1857.
Excmo. Sr.Primitivo Collado"
Hidalgo y Terrón recibe el título, pero declina ingresar de inmediato en el arma de Caballería alegando que tenía en Granada "un establecimiento con mayores garantías". Sin embargo, 6 meses después, en julio de 1857, el mes en el que nació su hijo Adolfo en Sevilla, finalmente acepta y, a propuesta del entonces recientemente nombrado Director General de Caballería, Don Félix Alcalá-Galiano, es nombrado mediante Real Orden de 24 de agosto de 1857 Primer Profesor de Equitación con rango de oficial del arma de Caballería. Ingresa, por tanto, en la Escuela General de Caballería por la puerta grande. En la Real Orden que aprueba su nombramiento se destacan "sus buenas notas y cuantas circunstancias eran precisas para el desempeño de Profesor en los actos de Cátedra, en particular por su verbosidad y especiales conocimientos."


Acuse de recibó del título de Profesor de Equitación del Arma de Caballería, 24.01.1857

La Escuela General de Caballería de Alcalá de Henares

Según la organización militar que para el momento del nombramiento de Hidalgo y Terrón regía en España, el Arma de Caballería se componía de una Dirección General, de un Colegio de Cadetes, establecido en Valladolid, de una Escuela de Caballería, con sede en Alcalá de Henares, y de diecinueve regimientos.

El joven que había sido descrito como robusto, dueño de una gran verbosidad y excelente picador pronto hizo demostración de iniciativa en el puesto para el que había sido nombrado en Alcalá de Henares al presentarle en la primavera de 1858 al Director General del Arma, para su consideración, el manuscrito de una obra en la que había estado trabajando y que aspiraba que se utilizara como texto en la Escuela. Si bien el General Alcalá-Galiano recibió la obra con satisfacción por parecerle una muestra de la aplicación y laboriosidad del joven oficial, la junta nombrada para su evaluación, formada por otros profesores de la Escuela, expresó en un informe fechado el 25 de junio de 1858 una opinión negativa, afirmando que la obra "carecía de originalidad, no siendo más que trozos de diferentes obras que ha entresacado y coleccionado, careciendo según dicha junta de utilidad para la enseñanza."

A pesar de estas críticas, la obra fue publicada ese mismo año en Madrid (imprenta de Don Pedro Montero) con el título Tratado de equitación y nociones de veterinaria, y mereció el siguiente asiento en la hoja de servicio del Primer Profesor Hidalgo y Terrón: “habiendo presentado una obra titulada “Fundamentos de Equitación y Veterinaria” y examinada por la junta nombrada al efecto mereció muy buen concepto habiendo quedado muy satisfecho el Excmo. Señor Director General del arma por su aplicación y celo que ha demostrado por los adelantos de su profesión”. No está claro si Hidalgo y Terrón modificó el manuscrito de su obra tras el primer dictamen de la junta en junio, y esta emitió una segunda opinión favorable, o si simplemente prevaleció el criterio del Director del Arma. Lo cierto es que en el proemio de su libro, Hidalgo parece dirigirse directamente a sus colegas detractores:
"... en esta carrera son muy pocos los que practican y muchos los que critican sin más conocimiento que la lectura de algunas obras o las máximas que han oído a este o al otro, y que sin comparar ni pesar las verdades las siguen de un modo ciego, ya por moda o bien llevados del espiritu de rivalidad.
El que suponga que he copiado, lea esta obra con detención y observará que en la parte de equitación solo se encuentran trasladados de otros autores los principios fundamentales que tiene toda ciencia y todo arte, que no son susceptibles de alteración, ni aun en la manera de adquirirlos, y que solo pueden aumentarse ó simplificarse: tales son los términos técnicos, la posición, las definiciones de las marchas y aires del caballo y los manejos de picadero.”
Es posible que sus compañeros de la Escuela de Caballería no viesen con buenos ojos que un paisano -lo que ellos considerarían un advenedizo- hubiese ingresado directamente al primer lugar del escalafón de la Escuela de Caballería sin tener a sus espaldas una carrera militar, y que, además, gozase al parecer de las simpatías del director del arma. De haber existido tal enfrentamiento, dos hechos que iban a tener lugar antes de terminar el año 1858 le habrían sido claramente favorables a ese bando y completamente adversos a Hidalgo y Terrón. Primero, su valedor el Mariscal de Campo Félix Alcalá Galiano, es relevado el l 3 de julio de 1858 como Director General de Caballería y se nombra en su lugar al teniente General D. Juan de Zavala y de la Puente, conde de Paredes de Nava, que ocuparía el cargo hasta julio de 1860. Y en segundo lugar, en octubre se aprueba, mediante Real Orden, un Reglamento Orgánico del Cuerpo de Picadores del Ejercito que iba a perjudicar a Hidalgo y Terrón.

El Excmo. Sr. Mariscal de Campo, D. Félix Alcalá-Galiano, Marqués de San Juan de Piedras Alvas, Director General de Caballería 
El Reglamento creaba una escala con tres categorías de Picadores y preveía que la ubicación en cada una de ellas atendiese únicamente a la antigüedad del expediente militar. Sobre esa base, el nuevo director del arma situó a Hidalgo y Terrón, que ocupaba el número 29 de la lista por antigüedad, en la clase de tercero. Éste protestó, alegando que se consideraba con derecho a ser clasificado como Primer Profesor puesto que Su Majestad lo nombró en agosto de 1857 para ese destino y que quedaría rebajada su dignidad desde la clase primera a la tercera en que se le colocaba en el escalafón, "teniendo por tanto que respetar como superiores a todos los que hasta ahora han sido menos considerados, puesto que ninguno tuvo la honra de ser nombrado por SM para desempeñar el destino que se dignó confiarle." La alegación no prosperó y en marzo de 1859 Hidalgo y Terrón, en una instancia dirigida a S.M. la Reina Isabel II, solicita la licencia absoluta del ejército, que le fue concedida. La anotación en su hoja de servicio con motivo de la baja da una medida de su laboriosidad y carácter emprendedor:
“Durante el tiempo que desempeñó dicha Cátedra concluyó una doma de potros e hizo otra, cuyos caballos fueron destinados para Generales y Jefes por la perfección de su escuela; igualmente enseñó y saco una promoción de alumnos que hicieron unos brillantes exámenes; propuso el aumento de clases y asignaturas teóricas y, en la práctica, trabajó sin tregua y dio a los alumnos conocimientos que no se habían practicado hasta entonces; dirigió una colección de bocados para el uso de la Escuela en la que se encontraban los más adecuados para corregir la mayor parte de los defectos del potro y para caballos resabiados; empezó una historia de todos los arneses contenidos en el guardarnés oscurecidos en su mayor parte hasta esa época”.
Obra escrita

Sería injusto intentar constreñir al espacio limitado de este artículo un examen completo de la obra escrita de Hidalgo y Terrón, así que me limitaré a aportar algunas pinceladas sobre su contenido y sobre las distintas ediciones.

Tras la publicación de la primera edición de Tratado de equitación y nociones de veterinaria en 1858, Hidalgo y Terrón publicó una segunda edición en 1868. En 1883 la obra fue significativamente aumentada en contenidos hasta ocupar dos volúmenes y, de hecho, cambió de título pasando a llamarse Obra completa de equitación.

Ambas obras, la versión inicial y la ampliada, tienen vocación enciclopédica e intentan abarcar todos los temas relacionados con el mundo del caballo que el autor consideraba relevantes en su época. Además de proporcionar un diccionario de términos, conceptos y definiciones, los libros abordan, entre otros temas, los siguientes: técnica para montar, desmontar y mantener una posición correcta en el caballo; colocación y movimiento de las manos, el cuerpo y las piernas; marchas y pasos del caballo; la carrera y el salto; las reglas de equitación aplicables a las señoras; la doma, la educación y el trato correcto hacia el animal; los arreos; el uso de la fusta y de las bridas; el temperamento y los comportamientos habituales del caballo; cómo contrarrestar las defensas del caballo; las diferentes razas de caballo en España; las partes del caballo; sus diferentes tipos de pelo; y sus enfermedades.

En las dos últimas ediciones, el autor incluye además capítulos sobre la historia de la equitación, las diferentes escuelas europeas de equitación e incluso sobre cómo diseñar y gestionar lo que entonces se llamaba el picadero y hoy se denominaría centro hípico. La Obra completa de equitación contiene también numerosas ilustraciones gráficas de las nociones contenidas en el libro.








Hay dos temas recurrentes a lo largo de la obra de Hidalgo y Terrón en sus distintas ediciones. Por una parte, la necesidad de concienciar a los jinetes de su época acerca de la importancia de conocer y aprender correctamente el arte, las reglas y la técnica de la equitación que, como insistiera una y otra vez, estaban infravaloradas en la España de la época. Por otra, la defensa del caballo.

Conocedor como era de las distintas escuelas europeas, Hidalgo se muestra especialmente crítico con el maestro François Boucher, quien defendía que era necesario "aniquilar toda voluntad del caballo reemplazándola por la del jinete", idea que probablemente, sin ser consciente de ello, secundaba el jinete español medio de la época, con poca formación y menos cultura ecuestre, cuando hacía un uso cruel de las espuelas al grito de "al mejor caballo la mejor espuela". Hidalgo decía que "el caballo, que es el animal más desgraciado de la creación, tiene sensibilidad como todos los seres animados, es noble cual ninguno y doméstico desde que nace. La espuela es un instrumento que hiere y mortifica. ¿Por qué a ese desgraciado animal se le ha de exigir todo por ese medio irritante?". Hidalgo, defendía con vigor la necesidad de conocer bien el temperamento del animal para lograr, mediante una buena técnica, comunicarle de manera precisa e inequívoca la voluntad del jinete sin uso innecesario del castigo. Ideas asombrosas en su época.

La familia se instala en Madrid: la calle de la Justa

Tras causar baja en el arma de Caballería a mediados de 1859, Hidalgo y Terrón y su para entonces ya numerosa familia se instalan en Madrid en lo que se conocía como el barrio de la Estrella, por ser el núcleo de dicho barrio el triángulo formado por las calles de la Estrella, San Bernardo y Silva, en la zona de la actual Gran Vía a la altura de la plaza de Santo Domingo.

Durante los siguientes 35 años, este barrio, y muy especialmente una de sus calles, la hoy casi desaparecida calle de la Justa, sería el escenario en el que transcurrirían las vidas del matrimonio formado por José Hidalgo y Terrón y Dolores Antrás, sus ocho hijos, sus hijos políticos y sus nietos. Las nuevas generaciones de los Hidalgo debieron, por tanto, desarrollar por esta calle y este barrio el fuerte sentimiento de pertenencia que muchos experimentan por la casa y el barrio donde transcurrió su infancia y primera juventud.

La calle de la Justa, luego Ceres, en 1910
Gracias a los registros del padrón municipal de Madrid, sabemos que a lo largo de esos 35 años los Hidalgo Antrás cambiaron a menudo de domicilio, pero casi siempre en la misma calle de la Justa. La razón más probable es que justo a espaldas de esa calle, entre las de Peralta y Altamira, se localizaba entonces un famoso picadero (lugar o sitio donde los picadores adiestran y trabajan los caballos, y las personas aprenden a montar) con el cual José Hidalgo y Terrón estuvo relacionado desde su llegada a la provincia de Madrid en 1857 y el cual debió ser el centro de sus actividades privadas como profesor de equitación tras la baja en el ejército.

Plano de la antigua calle de la Justa y del barrio de La Estrella en Madrid con indicación de los domicilios de las familias Hidalgo y Morelli Hidalgo. La línea segmentada muestra el trazado de la actual Gran Vía

1) Centro hípico (picadero) (Calle Peralta, 6)
2) Lugar del asesinato de Carlota Pereira en 1861
3) Domicilio de Carlota Pereira en 1861
4) Domicilio de José Hidalgo y Terrón en 1866 y luego en 1888 (Calle de la Flor Alta, 3)
5) Domicilio de José Hidalgo y Terrón y de los Morelli-Hidalgo en 1867 (Calle de la Justa, 30). En noviembre de 1888, Adolfo Hidalgo y Antrás muere en esta dirección.
6) Domicilio de los Morelli-Hidalgo en 1869 (Calle de la Estrella, 11)
7) Casa donde nació mi bisabuela Patrocinio Morelli Hidalgo en 1873 (Calle de la Justa, 4)
7b) Domicilio de José Hidalgo y Terrón en 1871 a la muerte de Dolores Antrás, su esposa (Calle de la Justa, 25)
8) Domicilio de los Morelli-Hidalgo a finales de 1873 (calle de la Justa, 7)
9) Cuadra de caballos de José Hidalgo y Terrón en 1889 (Calle Peralta, 8)
10) Escuela de equitación de José Hidalgo y Terrón en 1889 (Calle de la Justa 15)
11) Domicilio de los Morelli-Hidalgo en 1888 (Plaza de los Mostenses, 14)

En julio de 1861, encontrándose probablemente la familia Hidalgo recién instalada en el barrio de la Estrella, tuvo lugar en la calle de la Justa un crimen que conmocionó a la sociedad española de la época. Una joven dama de buena posición, Carlota Pereira, fue apuñalada en presencia de sus dos pequeñas hijas en plena calle, enfrente de su domicilio, situado en el número 4 de la calle de la Justa. El asesino fue atrapado poco después y en el juicio resultó implicado Jerónimo Gener e Iribarne, esposo de Carlota, a quien se acusó de estar detrás del asesinato. Éste era un caballero de Almería, políticamente bien relacionado, que se había separado de su mujer acusándola, al parecer falsamente, de serle infiel, y que podría haber planificado su asesinato no sólo motivado por unos celos enfermizos, sino también acuciado por necesidades económicas y el deseo de obtener pleno control sobre el patrimonio de su esposa. Fue el primer crimen de este tipo que recibió cobertura mediática, dando lugar a un debate sobre los límites de la prensa y las deficiencias del procedimiento criminal en los años previos a la revolución Gloriosa de septiembre de 1868.

En la excelente recreación del crimen que hace el escritor Bernardo Díaz Nosty en su relato El crimen de la calle de la Justa se traza además un retrato de lo que debió ser el Madrid en el que se instaló la familia Hidalgo Antrás a comienzo de la década de los 60 del siglo XIX. Un Madrid en el que, como señala Jesús Vicente Chamorro en el epílogo del libro de Díaz Nosty, convivía el refinamiento y el mal olor, la distinción y la zafiedad, la abundancia con la penuria; en el que los presos bien relacionados pagaban por tener una estancia cómoda en la cárcel e incluso podían salir y entrar a discreción, y en el que la chusma asistía en masa a las ejecuciones con garrote vil en la Pradera de los Guardias, al norte de Madrid, entre chiringuitos de comida.

El interesante relato de Díaz Nosty sobre el primer crimen machista que recibió cobertura mediática en España

El asesinato de Carlota Pereira en la calle de la Justa
Vida familiar y regreso a la Escuela de Caballería

José Hidalgo y Terrón fue un padre y un abuelo responsable cuya estela profesional siguieron muchos de sus hijos y nietos. Tras dejar la Escuela General de Caballería, procuró que su hijo José culminase allí sus estudios para poder ejercer de profesor en la clase de paisano. Otros dos hijos suyos, Adolfo y Enrique Hidalgo y Antrás, ingresaron en el arma de Caballería con la categoría de 3er Profesor de Equitación; Adolfo lo hizo en junio de 1873 y Enrique en febrero de 1874. Sabemos que su hijo menor, Julio, nacido en Madrid en 1859, llegó a ejercer en 1891 como profesor de equitación del Depósito General de Remonta del ejército español, y también que sus nietos José y Emilio Morelli Hidalgo ejercieron como profesores de equitación de forma privada.

En 1863 su hija mayor, Mª Emilia, inició una relación con un joven de Cádiz llamado José Giménez de Mena que no acabó bien. La joven, de 19 años, se quedó embarazada y en noviembre de 1863 dio a luz a una niña, Dolores, que fue bautizada unos días después en la vecina iglesia parroquial de San Martín, que en adelante se convertiría en la iglesia familiar. El padre de la niña, sin embargo, abandonó a la madre y a la hija poco después y no se volvió a saber de él. Mª Emilia conoció entonces a un joven músico madrileño de 22 años, José Morelli Encinas, con quien se casaría en mayo de 1866 y que adoptaría a la pequeña Dolores. José Hidalgo y Terrón acogió a la nueva familia en su casa de la calle de la Justa.

Iglesia de San Martín en Madrid
Quizás fueran estos acontecimientos los que llevaran a Hidalgo y Terrón a declinar "por motivos familiares" el ofrecimiento de volver a ocupar el puesto de Primer Profesor de Equitación que le fue hecho durante el mandato del general José María Marchesi y Oleaga como director del arma de Caballería. No obstante, en diciembre de 1868, tras la Revolución Gloriosa que derrocó a la reina Isabel II, el gobierno provisional del general Serrano cursa una instancia promovida por José Hidalgo y Terrón mediante la cual solicita se le conceda la vuelta al Servicio con el empleo de 1er Profesor. En abril de 1869, por orden del poder ejecutivo, le fue concedida la vuelta al Servicio en la forma que el Director del arma de Caballería propusiera, y en noviembre de ese mismo año, por orden del General Serrano, Regente del Reino, se le dio el empleo de Primer Profesor. Se le reconocían además los ascensos y el lugar en la escala de los de su clase, como si hubiese continuado perteneciendo al arma, en recompensa por la obra Tratado de equitación y nociones de veterinaria, de cuya gracia se le consideraba digno por su laboriosidad y especiales conocimientos en la materia. Al año siguiente, se acuerda abonarle los años durante los cuales permaneció licenciado. Finalmente, el 3 de febrero de 1871 se le concede, por Real Decreto, la Cruz del Mérito Militar de 1ª clase como premio por servicios especiales.

Desconocemos las circunstancias en que se produjo este triunfal regreso de Hidalgo y Terrón al arma de Caballería. ¿Lo solicitaría acuciado por la necesidad de buscarse una fuente segura de ingresos dada la crisis económica que vivió España en el bienio 1866-68? ¿Aprovecharía el cambio de régimen por disponer de contactos en el nuevo gobierno o entre los nuevos mandos militares? No lo sabemos, pero desde luego es llamativo que no sólo se le concediera la vuelta al servicio, sino que se le diera el amplio reconocimiento del que fue objeto. Su hoja de servicio tampoco aclara a qué actividades fue destinado José Hidalgo y Terrón tras su vuelta al arma, salvo que en febrero de 1871 fue colocado "en la plantilla de la Dirección General para ejercer las funciones de su empleo".

El 8 de septiembre de 1871 fallece su esposa, Dolores Antrás, a los 51 años. Tan sólo unos días después, el 18 de septiembre, José Hidalgo y Terrón, que ya tenía 48 años, sufre un aparatoso accidente: fue despedido del caballo que montaba -que era el del Excmo. Sr. Mariscal de Campo D. José Lagunero, Subsecretario del Ministerio de Guerra- cayendo al suelo y fracturándose completamente los huesos de la tibia y el peroné de la pierna izquierda. El incidente ocurrió a las 9 de la mañana en la Carrera de San Jerónimo en Madrid. Estuvo todo el resto del año 1871 y durante 1872 dedicado a su curación, que no debió ser completa, pues en mayo de 1873 solicitó el retiro por incapacidad. Éste le fue concedido en 1874 por el Gobierno de la República con el sueldo máximo de retiro de 225 pesetas al mes que le correspondía por sus años de servicio.

La carrera de San Jerónimo en Madrid a finales del siglo XIX


Últimos años y testamento

Tras su retiro del arma de Caballería, Hidalgo y Terrón, viudo, con 51 años y la mayor parte de sus ocho hijos emancipados, se dedica a ejercer la enseñanza de la equitación de forma privada. En 1883 publica en dos volúmenes una edición completamente revisada y ampliada de su libro, ahora titulado Obra completa de equitación, que en 1889 sería objeto de una cuarta y última edición. En este período funda la revista Ecuestre, de la que es propietario y dirige una cuadra y una escuela de equitación en las calles Peralta y de la Justa, respectivamente.

En noviembre de 1885 muere en Burgos a los 36 años su hijo Enrique Hidalgo y Antrás, miembro de la 1ª Brigada de Caballería del Ejercito del Norte. En julio de 1887, José Hidalgo y Terrón, con 64 años, contrae segundas nupcias con Amparo González Díaz, de 30 años de edad, con la que no tuvo descendencia. Al año siguiente, en noviembre de 1888, su hijo Adolfo, 2º Profesor de Equitación del arma de Caballería, falleció de tuberculosis a los 31 años en su domicilio del número 30 de la calle de la Justa. La accidentada carrera militar de Adolfo Hidalgo y Antrás, que había iniciado precozmente como 3er Profesor de Equitación con apenas 16 años, estuvo plagada de arrestos por faltas al puesto de trabajo, ausencias sin permiso de la guarnición, deudas y escándalos en tabernas y casas de prostitución, lo cual debió ser motivo de decepción para su padre.

José Hidalgo y Terrón vivió sus últimos años ya retirado, junto con su segunda mujer y su nieta Patrocinio Morelli e Hidalgo, hija de su hija Mª Emilia y del Profesor de Música del Real Cuerpo de Guardias Albarderos José Morelli. Mª Emilia muere en agosto de 1897 y José Hidalgo y Terrón no tarda en seguirla. Muere al año siguiente, el 24 de diciembre de 1898, a los 75 años, de una hemorragia cerebral en su domicilio de la calle de la Madera en Madrid. En su testamento, otorgado unos meses antes, deja a elección de sus cuatro hijos vivos, José, Encarnación, Milagros y Julio, todo lo relativo a su entierro, funeral y sufragios, encargándoles la mayor modestia y humildad. Les deja sus bienes a ellos y a sus nietos hijos de sus hijos fallecidos. Fue enterrado en la sacramental de San Justo en Madrid.

El diario La Época de Madrid publicó el mismo día de su muerte la siguiente necrológica:



5 comments:

  1. Excelente! Me inmagino que lo editaras en un libro para yo poder comprarlo!

    ReplyDelete
    Replies
    1. Gracias "prima"! :-) Falta un capítulo genealógico, que es lo que estoy investigando ahora. Como te he comentado, estoy casi seguro de que hay un transfondo familiar interesante y movidito por el lado de los Terrón e Hidalgo, que era la familia de la madre de nuestro protagonista.

      Delete
  2. Si te interesa puede buscar en Google informacion de Casildo Villar. Mi abuela Silvia America Villar fue la hija menor y la que llevaba todos los negocios del abuelo. Ella fue la unica que supo lo que iba a hacer la tarde del 7 de Junio de 1927...?

    ReplyDelete